Conducir bajo los efectos del alcohol sigue siendo una de las principales causas de accidentes de tráfico en España. La Dirección General de Tráfico (DGT) advierte de que no existe una cantidad segura de alcohol al volante: incluso pequeñas concentraciones en sangre ya suponen un riesgo para la seguridad vial.
A continuación, repasamos cómo el alcohol afecta progresivamente a las capacidades del conductor según el nivel de concentración en sangre (gramos por litro):
Inicio del riesgo: entre 0,2 y 0,5 g/l
Con niveles bajos de alcohol en sangre ya aparecen los primeros fallos en la conducción. Se produce una infravaloración de la velocidad, problemas de coordinación y un deterioro en los movimientos oculares, lo que aumenta la dificultad para calcular distancias. Además, surge una tolerancia al riesgo que puede llevar a conductas imprudentes.
Alarma, riesgo alto: entre 0,5 y 0,8 g/l
En este punto, el riesgo se incrementa notablemente. El conductor experimenta peor percepción de distancias, reacción retardada, dificultad para distinguir la luz roja y un inicio de impulsividad y agresividad en su comportamiento al volante.
Conducción peligrosa: entre 0,8 y 1,5 g/l
Con estas tasas, la conducción se vuelve claramente peligrosa. Se observa un deterioro grave de la atención y los reflejos, problemas de coordinación y una mayor propensión a adoptar riesgos. También aparecen efectos visuales graves como visión túnel o deslumbramientos.
Conducción muy peligrosa: entre 1,5 y 2,5 g/l
Se trata de un nivel de embriaguez total, en el que el conductor sufre pérdida de control, graves problemas de atención, agitación psicomotriz y alteraciones visuales como visión doble. La toma de decisiones se ve gravemente afectada, lo que multiplica la probabilidad de accidente.
Incapacidad total para la conducción: más de 3 g/l
A partir de esta concentración, el organismo entra en una fase crítica. El conductor puede perder totalmente los reflejos, sufrir parálisis, quedarse sin reacción o incluso entrar en coma etílico si se superan los 4 g/l. En este estado la conducción es absolutamente imposible.
La evidencia es clara: el alcohol reduce de manera drástica las capacidades necesarias para conducir con seguridad, desde los primeros consumos hasta la embriaguez extrema. Por ello, la DGT insiste en un mensaje sencillo pero vital: si bebes, no conduzcas.